Mitos y Verdades acerca de la Traducción

 

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Nadia Morales

 

A lo largo de la historia, la humanidad ha utilizado el idioma como puente para “unir” culturas. Tras los innumerables avances tecnológicos y científicos aparece la necesidad de visibilizar la labor de los traductores profesionales, por lo cual es momento de desmitificar los estereotipos y revalorizar nuestro rol en la sociedad.

Cualquier persona que haya estudiado un idioma, puede ser traductor.

FALSO. Residir en un país extranjero o capacitarse en un idioma no son requisitos suficientes para ser traductor, como tampoco lo es ser nativo del idioma que se pretende traducir. Es necesario completar una formación académica específica, donde se aplica la teoría trabajada y se brinda un exhaustivo entrenamiento a través del cual se adquiere un profundo conocimiento y dominio de estrategias lingüísticas a un nivel de excelencia.

 

Todos los traductores trabajan de la misma manera.

FALSO. Si bien los traductores pueden contar con una formación académica similar, cada profesional forja su propio camino: elige con qué programas trabajar, y a la vez se especializa y continúa capacitándose permanentemente en áreas específicas (lo cual depende de diversos factores, no sólo de su preferencia personal). Es más, si distintos traductores tomaran el mismo texto fuente para traducir, cada traducción final seguramente contará con un “sello personal” de cada traductor.

Los traductores automáticos (MT) pueden reemplazar a los traductores profesionales.

FALSO. Este mito nace a partir de la falsa creencia de que la traducción es un proceso lineal y automático, lo cual sería equivalente a afirmar que ser abogado es aprender de memoria las leyes de un ordenamiento jurídico. La traducción siempre implica investigación: ser conocedor de las diferencias culturales y estereotipos, los recursos lingüísticos asociados con los idiomas utilizados, las partes implicadas en el proyecto de traducción y los objetivos fijados por el cliente, sin olvidar que toda traducción tiene un plazo –generalmente acotado– dentro del cual se busca la máxima rigurosidad terminológica posible.

Traducir e interpretar son lo mismo.

FALSO. Básicamente, la diferencia radica en la formación y área de aplicación: mientras que el traductor trabaja con textos escritos, el intérprete traduce discursos orales de diferente índole. El intérprete se entrena especialmente para desempeñarse en contextos donde la inmediatez y la capacidad de respuesta rápida son clave.

El traductor puede cobrar por sus servicios de diversas formas.

VERDADERO. Dependiendo del tipo de traducción, el traductor puede cobrar por palabra, por foja, o por hora. En el caso de las transcripciones o traducciones de audio (y también el subtitulado de videos), suelen fijarse aranceles por minuto. En consecuencia, la elección del traductor dependerá del caso concreto.

Recuerde, cuando un potencial cliente visite su sitio o lea material promocional de su producto o servicio, el contenido debe dar cuenta de la calidad, sea el idioma que sea. Por ello, si de calidad se trata, contrate a un traductor humano especializado.

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